martes, 24 de mayo de 2011

CITAS

Se conocieron en la biblioteca Leopoldo López Álvarez (Centro Cultural del Banco de la República, Pasto).

Cuatro meses después...
Ella lo besó.

Veinte días después...
El tiempo, y, sobre todo el espacio, les demostraron que no eran el uno para el otro (si alguna vez lo habían pensado). Dejaron de verse y hablarse.

Cinco años más tarde...
En una calle cualquiera de Pasto se encontraron por azar.

Cuatro minutos después...
Entraron a una cafetería. Ella le contó que estaba estudiando en el Massachussets Institute of Technology, y, como para que no hubiera duda, le enseñó el carné que sacó del bolso. Él no tenia nada que mostrar. Hablaron sin premuras, intentando condensar los años que no se habían visto en unos cuantos minutos. Al despedirse, él le extendió su mano y ella la estrechó de manera displicente, como si algo le hubiese incomodado. No intercambiaron direcciones ni teléfonos.

Tres años más tarde...
Él viajaba en una flota que había salido esa tarde de Pasto rumbo a Bogotá. En el camino recordó a esa amiga a la que le había ido tan bien en la vida. La flota, como siempre, paró en El Bordo (Cauca). de repente, !ella¡ su amiga, la que creía casada con algún gringo, viviendo en Boston... estaba allí, en esa pinche cafetería, observando dónde sentarse...

Un minuto después...
Ella le contaba que tan sólo se iba a quedar dos semanas en el país, que luego regresaba a Boston, donde se iba a casar con un italiano que había conocido en su universidad y con el cual quería tener un hijo. escasamente él alcanzó a preguntarle el número telefónico de su casa en Pasto.

Treinta y cuatro horas más tarde...
Él la llama de un teléfono público.
pero antes de pasar a la llamada: una pequeña digresión.
A continuación, una reverenda porquería de género telefónico, no sólo por lo que anota Piglia, o por lo que sostiene Cortázar: "No me acuerdo, cómo podría acordarme de ese dialogo. Pero fue así, lo escribo escuchándolo, o lo invento copiándolo, o lo copio inventándolo. Preguntarse de paso si no será eso la literatura". Preguntarse si lo que viene no sera también literatura (así sea de la peor):
-!Hola, querida, qué alegría escucharte¡
-¿Qué se te ofrece?
-Nada... Sólo quiero saludarte...
-!Ah... ya¡ Bueno. Ya lo hiciste. Ahora ¿que me vas a pedir?
- No. Nada. Sólo quería saber de ti.
-!Ya sabes que estoy enamorada y que me voy a casar y que quiero tener un hijo¡ ¿Algo más que te interese saber?
-No sé que te pasa, a propósito:¿Qué te pasa?
-Nada. Ya sabes que me voy a casar. Ahora dime ¿Qué me vas a pedir?
-No te llamé para pedirte nada. Sólo quería conversar contigo, pero si no te interesa...
-No. No me interesa, porque no quiero saber nada de ti. Yo me voy a casar, estoy enamorada, quiero tener...
Eso ya lo dijiste.

Un segundo más tarde...
Él tira el teléfono y sin saber por qué se le viene a la mente escrito por Freud: "la gran pregunta sin respuesta, a la cual yo mismo jamás pude responder pese a mis treinta años de estudio del alma femenina, es la siguiente: ¿Qué quiere la mujer?".